martes, 18 de septiembre de 2007

Golearon al fútbol en mi país

Una vez más citamos a Eduardo Galeano y su libro “El Fútbol a Sol y Sombra” en el capítulo que habla de “El Fanático”. Transcribo:

“El fanático es el hincha en el manicomio…llega al estadio envuelto en la bandera del club, la cara pintada con los colores de la adorada camiseta, erizado de objetos estridentes y contundentes, y va por el camino armando mucho ruido y mucho lío. Nunca viene solo. Metido en la barra brava, peligroso ciempiés, el humillado se hace humillante y da miedo el miedoso. La omnipotencia del domingo conjura la vida obediente del resto de la semana…liberado por un día el fanático tiene mucho que vengar.

En estado de epilepsia mira el partido, pero no lo ve. Lo suyo es la tribuna. Ahí está su campo de batalla. La sola existencia del hincha de otro club constituye una provocación inadmisible…el enemigo siempre culpable merece que le retuerzan el pescuezo. El fanático no puede distraerse, porque el enemigo acecha por todas partes. También está dentro del espectador callado, que en cualquier momento puede llegar a opinar que el rival está jugando correctamente, y entonces tendrá su merecido.”

¿Les parece familiar? A mi por supuesto que sí, y es algo que, desgraciadamente, vemos más seguido en los estadios ecuatorianos cada domingo; y claro, el estúpido consuelo será que “eso pasa en todas partes”…maldita sea. Es claro que Galeano lo escribe en base a su ser uruguayo y haber vivido en Argentina, donde esto es pan de todos los días, aún cuando se han tomado medidas para tratar de parar la violencia dentro de los estadios.

Los memoriosos nos cuentan que en Quito, hace tiempo, se podía acudir al estadio rodeado de los amigos hinchas de otros equipos, o incluso, sentarse con las otras hinchadas a ver los partidos sin que haya el más mínimo inconveniente; a lo mucho, el chumadito que pasado de tragos decía cualquier cosa y listo, recordando que en esas épocas, había tripletas en el Estadio Olímpico Atahualpa. Esos tiempos no existen más.

La vida de Carlos Cedeño Vélez, de 11 años de edad, se extinguió de una manera brutal en el Estadio Monumental de Barcelona en la Ciudad de Guayaquil, cuando una bengala disparada desde otra localidad, por parte de la barra local, le atravesó el pecho, destrozando arterias, vasos sanguíneos, pulmones, matándolo casi inmediatamente. Claro, llevaba la camiseta de Emelec, tremendo pecado ser del equipo visitante, y eso le costó la vida.

Curiosamente el sábado, al finalizar el programa radial de hinchas de Liga Deportiva Universitaria, el mismo que encabezo, terminé diciendo “esto es fútbol, no violencia”, dado que empecé la campaña de no violencia, desde hace un mes, y qué cosa, al día siguiente ocurrió el penoso y lamentable hecho en Guayaquil. ¿Otro dato? En el programa de Emelec, que va por la misma radio, luego del nuestro, uno de los grandes invitados era el dirigente “fulano de tal” (no se el nombre), dirigente de la “Garra Blanca”, la más grande barra de Colo Colo de Chile; particular situación, tampoco es que esa barra sea muy tranquila.

O ya nos hemos olvidado de aquel Liga – Deportivo Quito en el Atahualpa hace unos tres años, cuando desde la preferencia hacia la general noroccidental, y viceversa, se lanzaban voladores, de forma intencional y apuntando, con el único afán de hacer daño; o cuando en la Copa Sudamericana 2003 en Quito, la misma barra de Barcelona, lanzaba hacia las suites del Estadio de LDU la misma pirotecnia, con mala intención; o todos los destrozos que ocurren siempre, a los cuáles parece ya nos hemos acostumbrado, porque nos parecen “normales” y nadie hace nada por evitarlos.

Qué pena ver que el fútbol está muriéndose, y será defunción total, cuando se llegue al momento de que la hinchada visitante, no pueda ingresar a los estadios; ahí nos habrán terminado de quitar el derecho a la diversión en un estadio, a causa de grupos de desadaptados que confunden el apoyar al equipo, bajo la consigna del “aliento eterno al equipo, porque los goles salen desde las gradas”, con la violencia y el atacar a los demás por el simple democrático derecho de ser hincha del equipo que uno quiera ser. Por cierto, los operativos policiales jamás funcionan “pero siempre están implementados y mejorando”.

Ya basta de “barras bravas”, que no son barras, son mafias. Lo que nos enseñaron siempre, aquello referido a que “el deporte hermana a los pueblos”, en la sociedad actual, ya no es verdad. ¡Qué pena! Los valores se han perdido.

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